(Sábado 5 de enero - 20.08 km) La idea era viajar de noche a Boston, para ganar tiempo ya la vez ahorrar una noche de hotel, pero asegurar que dormimos en el tren es una forma de decir, una forma muy generosa de decir.
Pero, bueno, fue una decisión tomada a 20 mil kilómetros de distancia. A eso de las ocho llegamos a la South Station y Boston nos recibió con una persistente llovizna que nos acompañaría casi todo el día.
Calzados con campera, capa y paraguas, salimos a la calle con dirección al Centro de Visitantes del parque Boston Commons, que abría a las 9 de la mañana. La idea era que nos asesoraran sobre los destinos que visitar, pero sólo el mapa costaba tres dólares. Así que tomamos un par de folletos publicitarios que tenían un mapa ad-hoc, buscamos en internet una página con info de la ciudad y salimos a seguir el “Freedom Trail”, que es una línea de ladrillos rojos que une de punta a punta de Boston todos los puntos históricos.
Arrancamos por la Casa de Estado de Massachusetts, justo en frente del parque, luego pasamos frente a la Iglesia de Park Street, en la esquina, pasando después por la King's Chapel Burying Ground, la estatua de Benjamin Franklin y el antiguo lugar de Boston Latin School. También visitamos el Old Corner Bookstore, la casa de reuniones de Old South y la Vieja Casa de Estado. En una esquina encontramos el círculo que memora la Masacre de Boston, llegamos hasta la casa de Paul Revere y luego la Old North Church.
Pero, justo ante de la casa de Paul Revere encontramos un mercado de frutos en la calle y justo al lado, otro mercado, pero gastronómico bajo techo, oasis perfecto para un tentempié escapando de la lluvia. La oferta era grande, pero nos tentamos con una dona de manzana, recubierta con glaseado y decorada con fritura de panceta. Así como la describimos, una experiencia casi religiosa.
Y unas cuadras más allá, Pauli’s, un bar donde según las críticas, tiene el mejor Lobster Roll de Boston. No sabemos si realmente es así, porque no probamos otro, pero este era riquísimo.
Después escalamos la Hull Street hasta el cementerio Copp Hill.
Después cruzamos el río Charles por el Charlestown Bridge, que es en gran parte sobre un enrejado por donde se ve directamente el agua, no apto para agarofóficos...
Hasta llegar al monumento de Bunker Hill, previo paso por el USS Constitution.
A la vuelta, paramos en un café llamado Sorelle, a pocos metros del puente, que fue un refugio muy oportuno ya que justo se largó fuerte la lluvia.
Cuando escampó, y un sanguche de pavo mediante, seguimos camino para tomarnos el subte hasta la estación Park, donde bajamos para buscar las estatuas de las ranas junto al lago. Seguimos caminando buscando la famosa escultura en bronce de los patitos, en homenaje a Robert McCloskey que escribió un libro sobre una familia de patos que vivía en ese parque. Además, nos encantan ese tipo de esculturas medio perdidas, como las miniaturas en el metro de Nueva York.
Después seguimos caminando hasta la Biblioteca Pública de Boston, que es la mayor biblioteca municipal de los Estados Unidos, es un edificio maravilloso, con unos murales impresionantes y con acceso libre a la sala de lectura.
Cuando se hizo ya la hora de nuestro pasaje de vuelta, regresamos en subte hasta la South Station y abordamos, luego de una pizza netamente americana, el tren a Nueva York.
Llegamos pasadas las once de la noche, así que sólo nos arrastramos hasta el hotel a dormir.
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