(Miércoles 2 de enero - 15.80 km) Teníamos, para este día, todo un recorrido por todos los museos de Washington, pero como nos habíamos enterado ayer, por el shutdown estaban todos cerrados, así que nos replanteamos la jornada.
Quisimos tomar un subte hasta el Capitolio, pero había que comprar una tarjeta de 8 dólares cada uno recién para poder pagar el pasaje, así que tomamos un colectivo que nos costó 2,75 a cada uno. Y fue mejor, porque fuimos viendo todo el paisaje del National Mall hasta nuestro destino.
Entramos a la biblioteca Jefferson del Capitolio, recorrimos varios salones y la increíble escalera, y encontramos un ejemplar original de la Biblia de Gutemberg.
Después nos cruzamos al Capitolio, pero abandonamos por la mitad el tour gratuito, la verdad es que para los estadounidenses debe ser sumamente interesante, pero para alguien que de la historia norteamericana sabe sólo los hechos más importantes, toda esa seguidilla de fechas, nombres y salones se hace un poco monótono.
De ahí, pedimos un Uber hasta el Museo del Holocausto. Que es justamente eso, un museo sobre el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, con miles de fotos, videos, ropa, uniformes y hasta la representación de una barraca de Auschwitz y un vagón real del tren que trasladaba a los detenidos del régimen nazi.
No es un museo como cualquier otro, definitivamente no es un museo para ir a divertirse ni pasar el rato, es un lugar de recogimiento y reflexión, donde sentimos algo parecido a lo que experimentamos en la Casa de Anna Frank en Amsterdam. Será por eso que no sacamos ni una foto.
Salimos y seguimos caminando por el National Mall, primero hasta el obelisco de Washington (que estaba cerrado por refacciones) y el Memorial de la Guerra de Corea, uno de los monumentos más excepcionales que hayamos visto, con esos soldados hechos en piedra, con una escala apenas mayor que la humana, que en la noche se pierden entre los matorrales, como si fuera la misma selva asiática, una obra de arte increíble.
Y, para bajar el pulpo, caminamos felices hasta el hotel.
Pero, en el camino, nos encontramos la última sorpresa del día, una iglesia que pedía disculpas por sus raíces racistas del Ku Kux Klan, pero seguían teniendo una de sus cruces...
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