domingo, 6 de enero de 2019

Día 7: Tres ciudades en un día


(Jueves 3 de enero - 11.42 km) Nos quedaba una sola cosa por conocer en Washington, y que no estaba afectada por el shutdown, el cementerio de Arlington.


Pero antes pasamos por el Memorial a los Marines también llamado Memorial de Iwo Jima, ese que tiene al grupo de marines clavando una gigantesca bandera norteamericana. El monumento es imponente, tanto en tamaño como en detalle, pero lo que impacta realmente son las letras grabadas en el mármol de la base, ahí están talladas todas las guerras en las cuales han participado, son muchas, son muchísimas, y algunas está en blanco el año de finalización. Pero, lo más ostentoso, tal vez, sea la cantidad de mármol virgen que tienen para seguir tallando.

 


Finalmente entramos a la última morada de John Fitzgerald Kennedy, caminamos hasta su memorial, donde descansa junto a su esposa, sus hijos, primos, sobrinos y toda una familia marcada por la tragedia.

 

Luego fuimos a la Tumba del Soldado Desconocido, donde justo enganchamos (gracias al oportuno aviso de un viejo patriota estadounidense que recorría el lugar con su nieto) el cambio de guardia.


 

 

 

El día recién empezaba, agarramos el coche y viajamos a Baltimore, pero no entramos en la ciudad, sólo llegamos al puerto y ahí, a la Nick's Fish House, un restaurante junto a la costa, donde comimos su famosa Crab Cake, recomendadísima para aquel que esté cerca.

 

 

 

Sin hacer la digestión salimos hacia Filadelfia de nuevo, y a las cuatro estábamos entrando a la Eastern State Penitenciary, una de las primeras, sino la primera, cárceles de Estados Unidos. Ya habíamos estado hace unos años en Alcatraz y en el Presidio de Ushuaia, esta visita vendría a ser un intermedio entre ambas. Ni tiene la magnitud de la de San Francisco ni alcanza las sensaciones de la del Fin del Mundo. Pero es muy interesante ver cómo trataban a los presos en Estados Unidos a comienzos de 1800 y cómo fue evolucionando el sistema carcelario norteamericano, en una pendiente cada vez más marcada terminando en un absoluto fracaso, como ellos mismos lo atestiguan y reconocen en un gigantesco gráfico que hay en uno de los patios.
Eso sí, como era de esperar en este viaje, la celda especial donde estuvo alojado por unos meses Al Capone, estaba convenientemente cerrada por refacciones.

 


 



Salimos y nos apuramos a alcanzar las últimas gotas de luz para subir corriendo las escaleras del Museo de Arte de Filadelfia, ya popularmente conocidas como las “Rocky steps”, por la famosa película de Stallone. Y también nos sacamos la obligada foto con su malograda estatua.

 

 

Cerramos este largo día con otro paso en nuestra gira gastronómica cenando un cheesesteak en Jim’s Steak, quisiera decir que estaba delicioso, pero juro que no es la gran cosa, tal vez haya sido por la elección del queso, te dan a optar entre tres, americano, provolone y un tercero que no me acuerdo el nombre. Elegimos provolone, mala elección, más insípido que un trapo rejilla.

 

 

Paseamos un rato más por South Street y nos fuimos a descansar al hotel, el Courtyard Philadelphia South, a las afueras de la ciudad, en la zona de la Navy Yard, al toque del Wells Fargo Arena, pero sin entradas para ningún partido de la NBA.

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